“PROTOCOLO DE ACCIÓN INSTITUCIONAL PARA LA PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN ANTE SITUACIONES DE VIOLENCIA O DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO U ORIENTACIÓN SEXUAL”
Uno de los objetivos significativos de esta Universidad es la formación y el desarrollo integral de las personas que integran la comunidad universitaria, que constituyen su principal activo, generando para ello espacios de trabajo y estudio, respetuosos con la dignidad de las personas y sus derechos fundamentales. Para que esto se produzca, es condición necesaria que la Universidad sea un espacio libre de violencia contra las personas y exento de discriminación.
La violencia sexual y la discriminación basada en el género son perpetradas contra varones y mujeres, cualquiera sea su edad, y debido a complejos factores de tipo cultural e histórico, constituyen la población mayormente afectada por esas formas de violencia y discriminación.
Estas conductas y acciones lesivas de derechos humanos han sido visibilizadas por la comunidad internacional y los estados, y han sido objeto de diferentes instrumentos normativos.
ANTECEDENTES: Particularmente la violencia y la discriminación contra mujeres basadas en su género, están contempladas en diversos instrumentos como:
La Convención sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW);
La Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (Convención de Belén do Para) y
La Ley Nacional de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, Ley 26.485.
La UNT por Resolución N° 2241/17 el 18 de diciembre de 2017 se aprueba “Protocolo de acción institucional para la prevención e intervención ante situaciones de violencia o discriminación de género u orientación sexual”. Y nuestra Facultad se adhiere por Resolución N° 0102/18 del 18 de abril de 2018.
Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Personalmente: Nivel 5 - Oficina contigua a aula 6
Horarios: Solicitar por Email.
Referentes: Lic. Soledad Aguirre
HISTO-NOA
Histoteca Vegetal Virtual de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo-UNT
Realizado por: Dra. Patricia L. Albornoz
http://histonoa.csnat.unt.edu.ar
Videos Tutoriales HISTO-NOA
Sustancias ergásticas Parte I
Carbohidratos: almidones.
https://www.youtube.com/watch?v=gmcNt7YMNBs
Sustancias ergásticas Parte II
Pigmentos: carotenoide en cromoplasto.
Cristales: rafidios e incrustaciones de sílice
https://www.youtube.com/watch?v=9icAb1Mxc0E
Sustancias ergásticas Parte III
Cristales
Sales de Calcio: Oxalato: estiloides y drusas
Carbonato: cistolitos
En marzo de 1918 estalló en la ciudad de Córdoba un conflicto estudiantil que se extendió hasta septiembre y promovió una serie de trascendentes cambios en el sistema de enseñanza superior, la Reforma Universitaria. Si bien sus alcances inmediatos han sido considerados “limitados” (en las facultades se crearon Consejos Directivos que incluían profesores elegidos por asambleas en las que los estudiantes tenían un tercio de sus miembros; también se creó la figura del delegado estudiantil ante el Consejo Superior de la Universidad y ante los consejos directivos de las facultades, aunque sólo con derecho de voz), lo cierto es que su impacto excedió ampliamente la geografía provincial y hasta alcanzó dimensiones latinoamericanas. Nos interesa hoy hacer referencia a la repercusión que el movimiento tuvo en la Universidad de Tucumán, intentando responder algunos interrogantes: ¿Cómo recibió el movimiento estudiantil tucumano los sucesos de Córdoba? ¿Cómo se incorporaron las reivindicaciones reformistas al contexto local? ¿Por qué se considera a 1929 como el año de irrupción de la Reforma Universitaria en Tucumán?
Una simple reivindicación estudiantil (la reapertura del internado del Hospital de Clínicas), hecha pública a fines de 1917, se convirtió en pocos meses en un cuestionamiento global al sistema imperante en la Universidad de Córdoba, fundada por la Corona española y los Jesuitas en 1613. Ya en los comienzos de aquel conflicto, el Centro de Estudiantes de Medicina había reclamado la participación de los estudiantes en el gobierno universitario y la reorganización del cuerpo docente mediante concursos de títulos, antecedentes y oposición.
En efecto, las reivindicaciones de los centros de estudiantes de las facultades de Ingeniería (creado en 1894), Derecho (fundado en 1905) y de Medicina (creado en 1904) alentaron la idea de nuclearse en la Federación Universitaria Argentina en abril de 1918.
Para imponer un poco de orden en el marco de la huelga “Pro-Reforma Universitaria” declarada en marzo, el presidente Hipólito Yrigoyen envió a Córdoba un interventor que aprobó el plan de reformas. Sin embargo, a la hora de designar al nuevo rector a mediados de junio, los reformistas advirtieron maniobras fraudulentas para imponer un candidato conservador en el conteo de votos en Asamblea Universitaria. Así, convocaron a la huelga general, mientras la camarilla conservadora preparaba festejos en los salones del Club Social y del Jockey Club. Esas maniobras fueron denunciadas en un Manifiesto Liminar (cuya redacción se atribuye a Deodoro Roca y que se transformaría en la carta fundacional de la Reforma), suscripto por los dirigentes de la FUA y publicado en La Gaceta Universitaria y en la primera plana de La Voz del Interior.
Los universitarios cordobeses de 1918 intuían que el movimiento que iniciaban tendría una proyección continental. Es lo que ya expresaba el Manifiesto Liminar, dirigido por “la juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica”: “Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando una revolución, estamos viviendo una hora americana” (La Voz del Interior, Córdoba, 11.6.1984).
En efecto, estimulados y alentados por el grito cordobés, los estudiantes de Perú, Chile, México, Venezuela y Brasil, entre otros países, se rebelaron contra estructuras universitarias que eran reductos de tradiciones reaccionarias, oligárquicas y clasistas. Los estudiantes latinoamericanos, que avizoraban un mundo nuevo, afirmaban que los males ancestrales de la universidad eran la manifestación de males de toda la sociedad. Así, los estudiantes peruanos propusieron al poco tiempo la creación de una Alianza Popular Revolucionaria Americana (el APRA), con un programa de acción contra “el imperialismo yanqui” que contemplaba la “unidad política de América Latina”; los chilenos, por su parte, proclamaron que “el problema universitario era solo parte del problema social”; los cubanos –con motivo del Primer Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes en 1923– invitaban a constituir la Liga latinoamericana de Estudiantes; y los mexicanos rechazaban la tesis del panamericanismo por considerarla un “arma del imperialismo”; en 1927 los paraguayos declaraban que “marchamos acordes con las juventudes universitarias de Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Cuba y Uruguay, que se han adherido a los postulados de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918” (Hechos y noticias, Córdoba, 17.6.1984).
La de Córdoba era una rebelión contra una posición de poder heredada de un pasado pre-democrático y contra castas profesorales que reproducían su mediocridad y cerraban el paso al talento y a la ciencia. De ese modo, la Reforma Universitaria, que surgió impulsada por demandas orientadas a modernizar los claustros universitarios, terminó enarbolando banderas propias de una reforma social.
En ese clima sesionó en julio de 1918 el congreso de la Federación Universitaria Argentina, que incorporó otras reivindicaciones trascendentes. Entre ellas la nacionalización de las universidades de Santa Fe y Tucumán (hasta entonces instituciones provinciales), “porque reconoce que su carácter y tendencias originales dentro de la universidad argentina responden a las necesidades sociales profundas que el país necesita solventar” (El Orden, Tucumán, 30.7.1918). El activismo de los estudiantes tucumanos también se manifestaba en publicaciones como la “Voz Universitaria” y en la organización de conferencias que se llevaban a cabo en la Sociedad Sarmiento.
En 1921 la Nación se hizo cargo de la universidad tucumana, concretando uno de los anhelos reformistas, lo que implicó a muy corto plazo un incremento sustancial de su presupuesto, una mejora importante en los salarios docentes y la posibilidad de desplegar proyectos y expandirse.
De hecho, y tal como ocurría en otras casas de estudios del país, los estudiantes universitarios tucumanos estaban organizados previamente a la creación de la FUA. Con la puesta en marcha de la universidad en 1914 habían comenzado también las gestiones para la creación de un centro de estudiantes que nucleara a todo su estudiantado, aunque los estudiantes de Farmacia proponían la creación de un centro específico de esa carrera.
La adhesión de los estudiantes tucumanos al movimiento reformista no alteró las cordiales relaciones que mantenían con el rector Juan B. Terán y las demás autoridades universitarias. Es que la concepción de universidad que propuso Terán era muy cercana a la de los reformistas en tanto ambas se distanciaban de los modelos de Buenos Aires y Córdoba, en esencia profesionalistas y donde la matrícula se concentraba en las carreras de abogacía y medicina. Esta característica, que definía el perfil académico de ambas, iba en desmedro tanto del desarrollo de las ciencias en su seno como de la formación de educadores para todos los niveles de la enseñanza. Por el contrario, tanto la Universidad de La Plata como la de Tucumán surgieron en 1905 y 1914, respectivamente, con propósitos diferentes. Aspiraban articular la formación técnica y los desarrollos científicos con la divulgación a gran escala de conocimientos “prácticos” (la “extensión universitaria” o “extensión popular”) orientados a resolver problemas de la producción y de la vida social en general.
Sin embargo, al poco tiempo de la nacionalización las relaciones de los estudiantes con la conducción universitaria hicieron crisis. En septiembre de 1922 la UNT fue “tomada” por primera vez y se declaró una huelga general como acto de protesta contra el Delegado Nacional José Luis Aráoz. En esa ocasión los estudiantes –agrupados en la FUT– planteaban que “el Dr. Aráoz continúa siendo el obstáculo contra el cual se han estrellado nuestras gestiones defraudando una vez más las más legítimas aspiraciones de la juventud del norte que anhela fundar en Tucumán una Universidad moderna de acuerdo a los principios del congreso de Córdoba”. Solicitaban el apoyo de la FUA y del resto de las federaciones universitarias, de todos centros estudiantiles del país y de las sociedades culturales en pos del objetivo de “crear en Tucumán una universidad nueva y no una universidad más”. La toma duró varios días y contó con la entusiasta participación del grueso de los estudiantes que efectivamente asistían a la Universidad, casi un centenar. La prensa de la época destacaba que incluso “niñas alumnas” habían firmado “el acta de adhesión”.
El episodio culminó con la renuncia de Aráoz y con la designación, como rector, del doctor Felipe S. Pérez. Sin embargo, como represalia, fueron separados de la Universidad algunos estudiantes que se habían destacado como oradores en las manifestaciones y se desautorizó la asistencia a clases de otros que concurrían como “oyentes” y que habían participado en las jornadas de septiembre. (El Orden, 28.9.1922)
En 1924 se dio un paso decisivo en la materialización de los principios de la Reforma en la universidad tucumana. El nuevo estatuto universitario reconocía a estudiantes y graduados el 50% por ciento de los votos en la Asamblea Universitaria (25% a cada claustro) y al primero de ellos el derecho a sentar en el Consejo Superior a dos representantes de la Federación Universitaria con derecho a voz pero sin voto.
A medida que transcurría la década de 1920 las relaciones de los estudiantes con Terán y el grupo de profesores que lo acompañaban al frente de las facultades y de las escuelas de enseñanza media (conservadores, autoritarios y en algunos casos hasta clericales), que persistían en procedimientos de dudosa legalidad, adquirieron progresivamente un carácter decididamente conflictivo.
La ruptura total sobrevino en 1929. Ese año, un conflicto iniciado en el Instituto Técnico –fundado por Terán en 1925–, derivó en un enfrentamiento irreconciliable. En esa ocasión los universitarios tucumanos, que se reconocían herederos del movimiento de 1918, declaraban: “A poco más de once años de la Revolución universitaria de Córdoba y a casi siete de su repercusión local, nos vemos en la imprescindible necesidad de adoptar temperamentos heroicos […] nos lanzamos a la calle gritando nuestra irreverencia. Hace 24 horas que estamos aquí, en nuestra casa: hemos abierto de par en par puertas y ventanas; hemos husmeado todos los rincones vedados, donde se reunían los cónclaves que creyeron anulada la combatividad estudiantil: los profesores se nombraban sin concurso previo, a simple proposición del rector ante el Consejo Superior. No se les exigía a los nombrados prueba de suficiencia profesional, ni interesaban sus antecedentes morales, bastaba ese exterior del manso, servil. Una subversión total de los principios renovadores, una progresiva restauración de añejos vicios” (El Orden, Tucumán, 4.8.1929).
El movimiento terminó con la renuncia del rector Juan B. Terán y su reemplazo por el médico reformista Julio Prebisch, de 33 años de edad, que había presidido el Centro de Estudiantes de la Facultad de Medicina de la UBA. En la universidad tucumana 1929 fue el equivalente, entonces, al 1918 cordobés.
El triunfo estudiantil se fundó por la formidable cohesión del estudiantado en torno a la Federación Universitaria; por una efectiva campaña pública que contó con el apoyo de parte de la prensa y que conquistó la simpatía de la opinión pública; por el apoyo del claustro de egresados; y, sin duda, por la anuencia de una gobernación yrigoyenista y de la Justicia Federal.
Sin embargo, rápidamente la gestión que encarnaba ideales y aspiraciones de la generación de la Reforma Universitaria tuvo que enfrentar –en un contexto de conflictividad social– una embestida político-ideológica incentivada por el golpe militar que elevó como presidente de facto al general José Félix Uriburu (1930-1932), el ascenso de los regímenes autoritarios en Italia y Alemania, el alzamiento y posterior triunfo franquista en España, el inicio de la II Guerra Mundial y el predominio de las fuerzas políticas conservadoras que expresaron a nivel nacional las presidencias de Agustín P. Justo (1932-1938) y Roberto Ortiz (1938-1940).
El conservadorismo argentino –que había terminado aceptando las reformas políticas que con la Ley Sáenz Peña instauraron el sufragio universal masculino en 1912– comenzó en la década de 1920 a poner en duda la compatibilidad de la república liberal con el ejercicio pleno de la soberanía popular, alentando y luego avalando el golpe del 6 de setiembre de 1930. También cuestionó toda forma de participación estudiantil en el gobierno universitario, promoviendo intervenciones y la reforma de estatutos. En cierto modo, el golpe de Uriburu abrió paso a una ofensiva contrarreformista, que en el caso tucumano contó con participación de los sectores que habían sido desplazados junto Terán.
No obstante todos esos obstáculos, el rector Prebisch desplegó con energía y creatividad una serie de iniciativas que conjugaban los originales contenidos regionales en la enseñanza y la investigación de la UNT con el imperio de la democracia, que implicaba el reconocimiento de derechos políticos para el estudiantado. Culminó su primer mandato con una universidad en orden y sus políticas tuvieron continuidad en el rectorado del ingeniero Julio Ayala Torales. Reelegido para el período 1937-1941, su ambicioso programa de realizaciones fue frustrado en enero de 1940, cuando las fuerzas e intereses desestabilizadores lograron que la universidad fuera intervenida por el Poder Ejecutivo Nacional. La primera experiencia reformista tucumana, corporizada en la figura de Julio Prebisch, cerraba así su ciclo.
Dra. Marcela Vignoli ISES (UNT-CONICET)
Prof. Adjunta Metodología de la
Investigación Histórica
Carrera de Arqueología – Facultad de Ciencias Naturales e IML
La información ha sido obtenida de:
Fuentes
Archivo Histórico de Tucumán, “Sección administrativa” 1914 y 1915; periódico El Orden 1918, 1922 y 1929
Archivo Ramón Leoni Pinto, La Gaceta S/f , Hechos y Noticias 1984, La Voz del Interior 1984.
Bibliografía
Campi, Daniel y María Celia Bravo. Historia de la Universidad Nacional de Tucumán (inédito).
Vignoli, Marcela “La nacionalización de la universidad durante la gestión radical de Miguel Campero (1935-1939)” en Bravo, María Celia Primer Congreso sobre la Historia de la Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 2006. ISBN- 13:978-950-554-496-7. Pp. 567-578.
Vignoli, Marcela “Congresos científicos latinoamericanos y estudios universitarios entre las expectativas de las maestras tucumanas, principios del siglo XX”, Trabajos y comunicaciones, La Plata, 2018.