Incendios forestales sin precedentes, perdida de biodiversidad, pobreza, violencia en potencial crecimiento, crisis institucionales, economía en detrimento (…) y la lista podría extenderse aún más.
Lo cierto es que una de las temáticas que fue -es y ¿será?- el motivo de nuestro desmejoramiento social, de nuestra salud y la del planeta mismo es la de: “Residuos, Salud, Ambiente y Economía”; GIRSU –para resumir-.
Cuando se menciona la GIRSU, no solo se refiere a una de sus ideas (prácticamente insuficientes) de 3R: Reducir, Reutilizar y Reciclar. La GIRSU (Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos) es –o al menos debería ser- mucho más amplia, mucho más compleja, mucho más altruista, más equitativa, más “Integra”.
La GIRSU debe cimentarse más allá de los conceptos de Desarrollo Sostenible y de Economía Circular, debe entenderse como una gestión que tenga como propósito un cambio de mentalidad, de arquetipos de producción y de consumo (poniendo sobre la mesa de debate las obsolescencias programada y percibida); y para ello las políticas públicas son esenciales, para promover los cambios necesarios y para garantizar su real cumplimiento.
En América Latina, más del 93% de las personas cuenta con recolección de RSU, pero existe un 7% de personas que no lo tienen, que en números son cerca de 30 millones que carecen de este servicio. El 30% de las ciudades dispone a cielo abierto sus desechos; solo en Argentina existen alrededor de 5000 sitios. Considerando que aproximadamente los residuos mal gestionados tiene como consecuencias aproximadamente 35 diferentes patologías, la situación dejó de ser meramente “estética” de los lugares marginados, y paso a ser –indiscutiblemente- una cuestión de calidad de vida, de Salud Pública impostergable y de responsabilidad social indiscutible.
Solo en Argentina, la composición física promedio de los RSU en el año 2019 indicaba que el 34,12% eran restos de alimentos, y que si existiera una correcta clasificación de los residuos, solo el 7,88% de éstos debería ir destino final en el Relleno Sanitario (o bioceldas). Pero lo que realmente debería alarmarnos –en primera instancia - de todo esto, no son los 34,12% de alimentos que “sobraron” y fueron desperdiciados en la basura domiciliaria; sino que estas cifras reflejan un faltante de esos alimentos en la mesa del prójimo; en una sociedad que crece sobre un bendecido suelo fértil pero que –sin embargo-, según el INDEC, en el primer semestre alcanzó uno de los peores índices de pobreza e indigencia de su historia (56,3% de las personas de 0 a 14 años son pobres).
En un área metropolitana, la disposición final -sin contar con el transporte-, tiene un costo aproximado de 45 dólares la tonelada de basura (a la que hay que sumarle 35 dólares más por tonelada en caso de implementar tratamiento mecánico biológico)… para países en vía de desarrollo parece ser una cifra poco factible de alcanzar en sus escuetos presupuesto, o tal vez, mal distribuidos recursos.
¡Que lo urgente no nos arrebate las posibilidades de avanzar en lo importante! No debe ser la excusa para que –desde nuestra individualidad- no nos comprometamos a aportar un eslabón que logre (en algún momento) completar la inmensa cadena de soluciones consorciadas necesarias, y de generar nuevos hábitos de consumo, de producción y de comportamientos sociales, que generen cambios realmente transformadores en nuestra sociedad.
El pasado 30 de septiembre, los gobernadores de todas las provincias de Argentina se reunieron –virtualmente- para interiorizarse de la recuperación del préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la GIRSU y la erradicación de los basurales a cielo abierto, incorporando dimensiones de trabajo como ser la promoción de la economía circular, la perspectiva de género y la inclusión social como elementos inseparables de la política pública sobre residuos.
El escritor Jean Cocteau decía “No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría”; debemos rediseñar la Economía, los Mercados y, debemos ante todo replantearnos lo esencial para la vida y dejarnos fluir en ella.
Para cambiar un paradigma significa que debemos atacarlo por los lados en donde presenta inconsistencias…No basta con apostar a un desarrollo que satisfaga nuestras necesidades sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras en poder satisfacerlas, se trata de heredarle a las próximas generaciones, un mundo mejor, más equilibrado, menos “humanizado”, más fraterno.